Concierto REAL FILHARMONÍA DE GALICIA en Vigo
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Director | Marc-Leroy Calatayud
Soprano | Natalia Labourdette. Ganadora del Concurso de Canto de la Asociación de Amigos de la Ópera de Santiago de Compostela 2021
Duración aprox. 1 h 30 min (con pausa)
LA NOCHE Y EL AMOR
I
AUGUSTA HOLMÈS (1847-1903)
Ludus pro patria, la Nuit et l’Amour
ALBAN BERG (1885-1935)
Sieben frühe Lieder (Siete primeras canciones)
Nacht (Noche)
Schilflied (Canción entre los juncos)
Die Nachtigall (El ruiseñor)
Traumgekrönt (Coronado en sueños)
Im Zimmer (Interior)
Liebesode (Oda al amor)
Sommertage (Días de verano)
AUGUSTA HOLMÈS (1847-1903)
Le désir, A Trianon, En Chemin. Orquestación Carme Rodríguez*
II
JOHANNES BRAHMS (1833-1897)
Sinfonía núm. 3 en fa mayor, op. 90
Allegro con brio
Andante
Poco allegretto
Allegro
*Encarga RFG. Estreno absoluto.
NOTAS AL CONCIERTO
Entre 1901 y 1908, Alban Berg compuso en torno a 150 canciones y piezas para voz y piano, lo que podría representar una especie de alianza de sus dos grandes amores de la adolescencia, la literatura y la música. La canción, en aquel momento, le permitía la libertad de jugar a ser un poeta musical, hasta que en octubre de 1904 se convierte en alumno de Arnold Schoenberg, al que llegó a través de su hermano Charly (pianista profesional) quien había visto un anuncio en la prensa vienesa que ofertaba cursos de teoría musical «para profesionales y aficionados serios (armonía y contrapunto)...». Charly mostró algunas de las canciones de Berg a Schoenberg, quien reconoció el talento, a pesar de las obvias limitaciones musicales del chico, y lo admitió como pupilo hasta 1908 con la finalización de la Sonata para piano op. 1. La admiración y dedicación de Berg, así como la dependencia crítica de su maestro/ amigo fue eterna y su estilo maduro combinó de forma única la rigurosa variación y los aspectos contrapuntísticos del serialismo con sugerencias de un ritmo tonal heredado. En 1928, Berg reunió siete de las canciones ‒sobre textos de Hauptmann, Lenau, Storm, Rilke, Schlaf, Hartleben y Hohenberg‒ compuestas durante el periodo que estudió con Schoenberg, entre 1905 y 1908, y las orquestó mientras comenzaba a trabajar en su ópera Lulu, bajo el título Siete canciones tempranas. La estructura armónica y melódica de Nacht evoca la frase inicial «El crepúsculo flota sobre la noche del valle, la niebla asombra...». La orquestación transparente de Schilflied crea una atmósfera misteriosa y nostálgica, mientras que las cuerdas divididas de Die Nachtigall dan una profundidad brahmsiana a una estructura tradicional. Traumgekrönt ofrece un escenario contrapuntístico, mientras que Im Zimmer es notable por el uso irónico de instrumentos de viento para crear un ambiente interior. Liebesode con su escrita contrapuntística, orquestación en capas, la línea vocal cromáticamente inflexionada, parece rendir homenaje al maestro de Berg, Schoenberg. Sommertage lleva el ciclo a un clímax romántico completo con el choque de platos en la última sílaba del texto y el acorde menor sostenido final.
De origen irlandés, Augusta Holmès nació en París e fue una niña prodigio que con cinco años daba conciertos, interpretando pequeñas obras propias. A pesar de sus cualidades, no se le permitió estudiar en el Conservatorio, pero recibió clases con la pianista parisina Mademoiselle Peyronnet; con el organista de la catedral de Versalles, Henri Lambert; con el compositor Hvacinthe Klosé y con lo que ella consideró su auténtico maestro, Cesar Frank. Holmès combinó encanto y talento y mostró energía y determinación, permitiéndole paulatinamente hacerse un hueco en el mundo de la música. Fue capaz de abandonar los códigos establecidos en la sociedad de la época, guiándose por sus convicciones y por sus instintos, por lo que resultaba inclasificable y demasiado independiente para encajar en cualquier estamento o corriente. Fruto del aprendizaje con Frank, destacó con su sinfonía Orlando furioso (1877) y con otra obra, también sinfónica, Los Argonautas (1881). En 1882, publica Les sept Ivresses, un ciclo de siete canciones sobre textos de la propia compositora que representan diferentes estados embriagantes: El amor, El vino, La gloria, El odio, El sueño, El oro, y El deseo, una pieza rica en contrastes dinámicos y de tiempo que describe el anhelo del alma. En 1888 presentó con éxito, en la Société des Concerts du Conservatoire de París, la ópera Ludus Pro Patria (Juegos patrióticos) inspirada en el cuadro del mismo nombre del artista Pierre Puvis de Chavannes. Además de los textos de muchas de sus obras vocales, también escribió oratorios o el libreto de la ópera La montagne noire estrenada en París con gran éxito de público, a pesar de las críticas que afirmaban que un teatro no podía abrirse a las mujeres compositoras (como otras colegas del siglo XIX, Holmès ha publicado obras con el pseudónimo masculino Hermann Zenta). Por el contrario, Liszt y Wagner expresaron su admiración por las canciones de la compositora. Liszt llegó a decir de ellas que eran tan buenas como las de Schubert, entre ellas las orquestadas para este programa por Carme Rodríguez. A Trianon (1896) alterna una sección lenta y solemne para representar a la majestad del Palacio de Trianon, residencia de verano de la realeza francesa, y otras más rítmicas sugerentes de la atmósfera de fiesta en los jardines del pazo, y En chemin (1899) describe la separación de una pareja en un camino, y musicalmente destaca por su emotividad y la intensidad con la que la voz solista expresa los sentimientos.
Brahms admiraba los modelos sinfónicos de Haydn, adoraba la sencillez y belleza de la música de Mozart y estudió con vehemencia la obra de Bach. El compositor estaba fascinado por la música de Beethoven y su sentido del desarrollo y de la estructura psicológica y monumental. Apreciaba de Schubert su apego por las melodías populares, y de Schumann, su lirismo y el sentido del heroísmo caballeresco. Las composiciones de Brahms manifiestan un equilibrio entre su naturaleza romántica y la preocupación por diseñar las obras siguiendo una arquitectura tradicional y, aunque algunos compositores coetáneos tacharon su música de excesivamente académica y representaba para ellos el ejemplo de un continuismo con la tradición clásica y de la primera generación de los románticos, al mismo tiempo, fue un innovador, rechazando el uso superfluo de cromatismos y creando nuevos métodos de armonización y de escritura de melodías, con una visión de la forma musical muy original y con un resultado lleno de emoción. En 1883, Brahms se retira a Wiesbaden, Renania, donde encuentra el ambiente perfecto para componer, y allí, durante el verano, en un momento vital y creativo pletórico, finaliza su Tercera Sinfonía que se estrena en diciembre, en el Musikverein, con la Filarmónica de Viena bajo la batuta de Hans Richter, quien se refería a ella como la Heroica de Brahms (aludiendo a la Sinfonía núm. 3 de Beethoven). Las cuatro sinfonías del compositor de Hamburgo podrían describirse como distintas caras de un mismo maestro con gran dominio del oficio, siendo esta Tercera una obra rica y compleja, la más lírica e introspectiva, aunque la menos rigurosa formalmente. La estructura formal, la disposición armónica y la relación temática convergen hacia un criterio unitario que recorre esta sinfonía por nexos muy sutiles. Los cuatro movimientos se basan en la forma sonata, pero modelada con libertad y fantasía. La dinámica de la pieza se mueve alrededor del piano, salvo en ciertos pasajes de los movimientos extremos que aparecen como música arrebatada, cargada de emoción. Si en el Allegro destaca la belleza melódica del tercer tema en manos del clarinete, en el segundo vuelve una referencia en la melodía de los violines que ocupa la última parte del movimiento. Los dos movimientos centrales, que casi son música de cámara, presentan un carácter más íntimo; reflexivo el segundo, mientras que el tercero, escrito en forma tripartita, incluye la más célebre melodía brahmsiana interpretada por los violonchelos. En el final destaca la sombría introducción en las cuerdas, el tema coral y el desencadenamiento rítmico del episodio central, y una coda que disuelve la tensión, expone nuevamente el coral y desemboca en esa apacible atmósfera que impone Brahms.