ELENA COLMEIRO

Formada en la Escuela Nacional de Cerámica de Buenos Aires, adonde emigró a los nueve años con su familia desde la localidad pontevedresa de Silleda escapando de la Guerra Civil española, Elena Colmeiro se interesó desde joven por la creación artesanal y artística. En el centro se mostró crítica con el academicismo, pero el director de éste, Fernando Arranz, le daría libertad para desarrollar su capacidad creativa. Será en 1954 cuando celebre su primera muestra en la Galería Müller con piezas de carácter figurativo.

Un año más tarde regresa a Galicia para continuar con su actividad artística y se casa con Jesús Valverde, cuya familia posee fábricas de vidrio, lo que permitirá a Colmeiro utilizar sus infraestructuras para producir sus obras. A lo largo de esta década, sus creaciones se alejarán de la figuración, influidas por la observación de los crisoles rotos, de los fragmentos de cerámica que veía en los talleres, lo que le llevará a investigar con el esmalte y con materiales refractarios para abordar un informalismo que en los años 60 se introducía con fuerza en el panorama contemporáneo español. Este decenio supuso un período de perfeccionamiento de su técnica y de reconocimiento a través de becas que le facilitaron estancias académicas y prácticas en países como Holanda, Estados Unidos, Polonia o Italia, así como de participación en exposiciones a nivel nacional como internacional.

Las obras de Elena Colmeiro están presentes en diversos espacios públicos, así como en muchas colecciones privadas e institucionales y su asidua participación en muestras ha sido constante. Con la cerámica como referente, su producción se enmarca en la escultura informalista, en la que el espacio se convierte en un elemento determinante para configurar los volúmenes de las piezas que construye, a las que otorga la misma importancia en el interior que en el exterior. Para la artista constituyen un completo campo de investigación en sí mismas al poder modelarlas, horadarlas, excavarlas, vaciarlas o rellenarlas y aplicarle diferentes elementos, provocando tensiones en las formas abstractas a las que aplica esmaltes, barnices y color que aportan textura al resultado final, incorporando además diversos materiales como hierros, cemento, maderas o alambres.

Estas características se aprecian en el par de obras de esta colección. Las dos responden a los volúmenes abstractos que trabaja Colmeiro, a los que aplica diferentes materiales y técnicas, y en los que el interior adquiere tanta importancia como el exterior, otorgando gran importancia al espacio que conquistan sus piezas.

Una de ellas está datada en 1973 y presenta reducidas dimensiones, características que encajan con parte de la producción que la autora realiza en esa década, donde abandona toda alusión utilitaria. La segunda de las obras, fechada en 1992, está realizada con carburo de silicio, un material de uso industrial empleado para la fabricación de componentes eléctricos, que comenzó a usar a mediados de los años 80 con el que consiguió superficies resistentes y lisas, incluyendo pintura, como se observa en este ejemplo, con las que jugaba buscando su fragmentación.

Los años 1991 y 1992 son relevantes en la carrera de esta autora, ya que tiene la oportunidad de realizar una estancia investigadora en el Euroepan Ceramics Work Centre de Holanda, donde proseguirá su trabajo con materiales refractarios y el tratamiento con óxido, este último presente en la obra analizada. Así, las piezas de este período combinan diversos materiales, otorgando especial relevancia al carburo de silicio y al óxido, que le permitían una mayor expresividad, logrando enriquecer su producción con colores, formas geométricas y múltiples texturas.