JAVIER GARAIZÁBAL

De formación autodidacta, cultiva una pintura lírico-romántica, de exquisita factura, delicadísima, en bodegones y paisajes evanescentes, de materia aquilatada y pincelada casi caligráfica, basándose en un buen dibujo y una paleta caliente, aunque muy atemperada.

Se dio a conocer en el certamen de arte de Vitoria, en 1973, y ha participado después en otras muestras y concursos colectivos en Madrid, Valencia y Galicia. Individualmente, su primera exposición data de 1974, en la capital de España, a donde ha vuelto en años posteriores, dada la buena acogida de su grata pintura, reiteradamente. Es, pues, más conocido fuera que dentro de Galicia.

Cabe emparentar la estética de Garaizábal con la del post impresionismo y ciertos modos del modernismo, así como con la del gallego González Pascual, en concreto. En la obra de Garaizábal no importa lo que pinta, ya que elige los elementos más comunes para sus bodegones, sino cómo los pinta, cual si estuvieran vistos entre brumas, o al través de un levísimo cendal que diluyera los perfiles y todo fuera leve, vagaroso, como blando.

Consigue así un encanto delicioso, casi inefable, que obliga a la contemplación detenida, para recrearse en el primor, en la exquisitez de su factura.

Rosas atenuados, blancos azulados, amarillos leves, verdes amarillentos, sobre fondos grises calentados, son sus ambientes. Pintura sin vanguardismos efectistas, pero bella, efectiva, intemporal.