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Dedica al Páramo una serie de cuadros que son variaciones de un paisaje en el que siempre descubre algo nuevo. No son nunca paisajes pintorescos. Son imágenes recreadas por la mirada poética del artista. Las gramíneas del primer término se precipitan sobre el plano del cuadro, reteniendo en la intensidad de los amarillos y anaranjados la luz y la atmósfera de estas tierras, en las que penetra el pintor, yendo directamente a la esencia del paisaje sin ningún tipo de anécdota. El resultado es una escena fragmentaria, llena de frescor y juventud, sólidamente construida, que mantiene una intensa vibración al contemplarla.