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Carlos Sobrino gustó de reflejar en sus obras escenas y lugares característicos de las provincias de Pontevedra y A Coruña, con un estilo realista, dentro de lo que se ha llamado regionalismo costumbrista. En la escena de Muros, las pequeñas figuras, entretenidas en una esquina del pueblo, nos obligan a pararnos a ver las cosas. La arquitectura se deforma con la perspectiva, que hace resaltar las arcadas y los balcones, que se apoyan en robustos modillones. La claridad realza el colorido de las ropas y las calidades de las piezas del bodegón.