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Gestos espontáneos culebrean sobre la superficie lisa del soporte creando una sinfonía de arabescos verdes, negros y rosas que registran los efectos de la luz sobre el agua, los destellos que han quedado grabados en la mente de la pintora. La factura, abocetada, la inmediatez, caligráfica, convierten el cuadro en la pura sensación de un fluido. Es una pintura más de la serie «Jardines y agua».
Exposiciones
«Realidad, ensoñación» del 21 de octubre al 3 de noviembre de 1990, Madrid.