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La soledad y un obsesivo silencio potencian esa experiencia mística de las pantallas configuradas con un lenguaje secreto de grises y sombras. El artista juega con el vacío de una pantalla televisiva a la que se mira pero en la que no se descubre nada. En la parte superior aparece un número como un guiño irónico, muy del gusto del llamado, por algunos, posmodernismo. Auna la plasticidad esencial de la pintura con mensajes personales.
Reproducciones
"Colección Caixavigo. Pintura-Escultura-Dibujo". Tomo 3, página 272.