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Treinta y nueve obras de la serie, que el pintor denomina «Dibujos a tinta china, coloreados», de 25 x 18 cms. y 33 x 25 cms., firmados todos, y fechados en el 77, diecisiete, en el 76, uno, y en el 78, otro; el resto sin fechar. En este conjunto de obras maestras, con un lenguaje polivante, hace alarde de su gran capacidad para componer y trazar líneas, creando ambientes y confiando en la fuerza expresiva del gesto y el color. Para acercarnos a estos dibujos, todas las propuestas son válidas, ninguna es exclusiva, su lenguaje sugiere mundos diferentes a cada espectador. Por expreso deseo de su autor, no analizamos estas obras separadamente, las agrupamos por motivos, indicando ciertos rasgos comunes a algunas, y especificando determinadas características en otras.
Mujeres, erguidas o tumbadas, solas o en parejas, cabezas o bustos, con líneas esquemáticas puras, con alusiones surrealistas, o con expresiones dramáticas de inspiración picassiana.
Figuras, que se desarticulan y despiezan en tono burlón e irónico, respondiendo a la estética propia del mundo del ensueño del pintor.
Pequeños Monstruos, expresivos y sardónicos, con cabezas enormes, cuyos rostros, grotescos, se abren en dos piezas como si tuvieran figuras, descubriendo espacios que de otro modo no existirían.
Gigantes, sere irreales, con una fuerza misteriosa, de carácter totémico, de gran valor plástico.
Grupos, de figuras y de formas enlazadas, comprimidos en estrechos espacios, a punto de estallar con furiosa energía fuera del marco del papel.
Signos, Arabescos, puntos, rayas, trazos insignificantes, se configuran dentro de un contorno negro, con hachazos de color determinados por movimientos rápidos y enérgicos.
Formas Fluctuantes, sobre un espacio oscuro, sugiriendo posibilidades de cambio, y trasladándonos al mundo mágico, abstracto, de lo imaginativo.
Se incluyen en esta serie: «Un árbol», de exquisita sensibilidad, «Un búho», de intensa mirada, «Un Cristo», sentado, vivo, fuera de la iconografía habitual; dos gaiteros, uno, barbudo, con figuración clásica, el otro, con líneas esquemáticas, muy expresivos los dos. Temas narrativos, como «La familia que abandona la aldea», caminando en primer término, en bonita contraposición con la casa que deja al fondo. «Mujer con bastón», «La Avelina», figura corpulenta, que se impone andando, produciendo la impresión de que al paso siguiente va a salir del cuadro.
Hace referencia a temas clásicos de la Pintura. En «Familia sobre la hierba», combina una mujer desnuda con un hombre vestido, tema abordado por los impresionistas, glosado por Picasso y que antes había presentado Giorgone. Con la agresiva expresividad del blanco y negro, contrastando con un friso de árboles, pinta «Mujeres tumbadas sobre negro», evocación de «Las Doncellas a la orilla del Sena» de Courbet, glosadas también por Picasso. «Mujer sentada en un sillón es un recuerdo de «La mujer turca», de Matisse. Por último, «Dos figuras», contrapuestas en un espacio mágico, con una misteriosa comunicación entre ellas, de clara influencia mironiana.
M. L. I. J.